Pensar que el vestuario afecta nuestras emociones puede parecer un poco ilógico, pero según los estudios que se han realizado, se ha comprobado que hay una relación directa entre la ropa que vestimos y nuestra forma de pensar y sentir.
De hecho la ropa además de ayudarnos a cubrirnos también juega un papel importante en nuestra manera de expresarnos. Constantemente los seres humanos se visten para expresar quiénes son, qué les gusta y cómo se sienten de manera inconsciente.
Existe una relación muy estrecha entre nuestra mente y cuerpo; es por esa razón que cuando nos sentimos tristes nos cubrimos con la primera pieza que encontramos, incluso aquella que nos ayude a pasar desapercibidos; en otras palabras, expresamos lo que sentimos a través del vestuario, es por esa razón que algunos usan negro cuando no se sienten muy bien como una forma de ocultarse.
El vestuario predispone nuestras sensaciones
Sin embargo, no todo culmina ahí, los estudios arrojan que este efecto también se puede dar a la inversa, es decir, también puedo decirle a mi mente cómo sentirse mejor usando colores con mayor luz, prendas que me transmitan alegría, estampados más dinámicos o texturas que me evoquen historias felices.
Según la universidad de Northwestern de Chicago se determinó mediante un estudio que las personas responden ante los estímulos que cierta prenda les haga sentir o creer. Se hizo un experimento en donde se les dio a vestir un traje de superheroe a cierto grupo de personas y estas se describieron a sí mismos con adjetivos más positivos que aquellos que tenían ropa normal. Sin duda el vestuario nos hace creer lo que llevamos puesto.
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¿Cómo lograrlo?
Por lo tanto, usar ropa que nos evoque sentimientos positivos, ya sea por un inconsciente colectivo o algo propio que hayamos vivido nos ayudará a sentirnos mejor. Pensá por un momento:
¿Cuáles telas o colores me hacen sentir mejor? ¿Porqué esta tela me transmite ese sentimiento?
Es decir, te pongo mi propio ejemplo: Cuando era niña recuerdo que mi mamá me vestía con vestidos color rosa, de encajes y mucho cancan, me hacía “colitas” y me consentía muchísimo, ella amaba verse bien y me lo transmitía también. Yo respondía a tales estímulos porque era muy delicada y romántica. Con el paso del tiempo puede que olvidemos todo eso que vivimos de niños. Recordar esas experiencias nos hará volver a nuestro cauce y retomar el uso de esas prendas que nos hacían sentir bien, nos ayudarán a sentirnos mejor cuando las usamos. ¡No olvidemos que recordar es vivir!
Intentá con alguna prenda y contame cómo te ha ido, el efecto psicológico de las prendas es tan fuerte que te sorprenderás.
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